Leer la pantalla

on martes, 3 de junio de 2014
Qué duda cabe: nuestros alumnos están más habituados a la pantalla que al papel; a la rapidez en la transmisión de información que tiene como base el uso de imágenes, antes que al lento pero seguro— procesamiento de información que involucra la lectura de un texto impreso en papel.
Por un lado, nuestros alumnos viven prestando atención al sinnúmero de imágenes que los rodean, recibiendo los mensajes que empresas y comunicadores se encargan de cifrar visualmente; mientras que, por otro, los educadores intentamos preservar las habilidades relacionadas con la comprensión  y producción de textos escritos.
Que los alumnos prefieran ver una película a leer un libro no debe llamarnos la atención. Es el signo de su generación y también (por qué no) de la nuestra. Que libros como El Diario de Greg estén entre los preferidos por los pequeños, no es una mala noticia, muy por el contrario, es una señal que confirma la necesidad de echar mano a la imagen para animar a la lectura.
Otra señal similar es la tendencia, cada vez mayor, a leer en dispositivos móviles. Los libros en formato digital son cada vez más populares entre los jóvenes, mientras que las generaciones de adultos los rechazan mientras hacen una cerrada defensa del papel y sus encantos.
Sea como fuere, ya se ven colegios que organizan mucho del trabajo escolar valiéndose de una pantalla, de recursos tecnológicos como una smartboard o una tablet. No todos pueden hacer lo mismo por falta de recursos económicos, pero nadie puede excusarse de emplear lo que el alumno mira a diario para que pueda hablar, escribir, leer y criticar. No hace falta tener siquiera computadoras para hacer de nuestros alumnos grandes lectores. Basta con un poco de ingenio, con salir a la calle y ver los anuncios, con traer a clase pósters, publicidad de encartes, vídeos de programas de la televisión, una película o un documental.
Hay que empezar por reconocer que los alumnos leen y leen mucho. Lo que nos toca hacer es ayudar a todos a descubrir las posibilidades que encierra esa actividad espontánea de cada día, y que esta se transforme en capacidad de comunicar, de crear y de transformar para mejor, el propio mundo.



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