El famoso principio de autoridad en el aula

on lunes, 7 de julio de 2014
Es sabido por todos que en nuestra sociedad hay un grave problema de autoridad. El ejemplo más cotidiano lo vemos en las calles: conductores que no respetan las señales y si algún policía los detecta, lejos de avergonzarse, el chofer increpa airada o agresivamente a la autoridad que se tiene en frente. Esta situación, lejos de llamarnos la atención, se ha convertido en habitual. Pasa casi inadvertida.
Pero vayamos a los colegios. ¿Les parece que últimamente los padres se involucran más en las decisiones de las instituciones educativas? No me refiero a que a través de un sistema de delegados de aula o APAFA se organicen espacios de participación en los que los padres puedan contribuir y aportar con ideas y soluciones concretas. Eso estaría muy bien pues es trabajar de una manera ordenada en pro de la consecución de objetivos establecidos.
El problema ocurre cuando los colegios dan cabida a que los padres se entrometan en decisiones que son propias de la institución. ¿Han escuchado de casos en los que los padres piden el cambio de un profesor no porque no sea lo suficientemente didáctico para el grupo sino porque “su” hijo no se acomoda a su estilo? ¿O cuando los padres imponen reglas que son contrarias a lo que ha dispuesto el colegio: uniforme, horarios, uso de celulares, etc.?
Se imaginan que el colegio le diga a los padres a qué hora se deben acostar los hijos y proteste si no cumplen con esa indicación. No funcionaría, ¿verdad?
¿Qué hacer? Lo primero que pensamos es que este es un problema de los directivos. Cabe en este punto que los directivos hagan una revisión de cómo se viven estos aspectos en su colegio.
Pero, y en el aula, ¿qué hacemos para hacer valer el principio de autoridad? ¿Cómo hacemos para educar rectamente? Esta frase me encanta: EXIGIR CON CARIÑO. Ese es el arte de educar. Ser lo suficientemente juicioso para saber discernir en qué aspectos no debemos ceder: en el respeto hacia todos sin distinción, en la responsabilidad al ejecutar cada tarea… y saber en qué ser flexible. Y hacer todo esto mostrándole de una manera afectuosa y cercana que hay un porqué para cada acción. Tal vez ahí radique el principio de autoridad: que quien la ejerza se sepa servidor y entienda para qué pide que se cumpla tal o cual regla.
Y usted profesor, ¿tiene claro en su aula por qué exige lo que pide? ¿Le encuentra sentido a todas las actividades que realiza? Empezando por ahí, podríamos propiciar en el aula el respeto a la autoridad. La autoridad empieza por uno, no es un problema externo únicamente. Asumamos nuestra responsabilidad.

Marifé Vargas - Corbacho

0 comentarios:

Publicar un comentario